Para Aristóteles, la
poesía épica y la tragedia se diferencian, sobre todo, por la extensión. La
tragedia estaba sometida a una serie de reglas que no se aplican a la
composición de los poemas épicos, como eran la exigencia de que su
representación no durase más de dos horas o la necesidad de incluir pocos
personajes. Los poemas épicos no tenían límite ni de extensión ni de número de
personajes. Si los poemas épicos son una sucesión de episodios independientes
en las tragedias todo está conectado, a veces, incluso de unas obras a otras
(como sucede en las trilogías de Esquilo).
La tragedia se diferencia
de la poesía épica también en la elección de sus temas. Mientras que los poemas
épicos se centran en la acción y narran una serie de aventuras protagonizadas
por héroes, las tragedias presentan problemas universales que afectan a todos los
hombres y que solo pueden resolverse por aniquilación o por restauración del
orden. La acción, en la tragedia, se sitúa solo en un momento crítico, en lo
que, para Aristóteles, es el “paso a la dicha o a la desgracia”. La tragedia,
por lo tanto, se basa en un conflicto posible entre los seres humanos (a veces
también entre los dioses) mientras que la poesía épica es, más bien, un relato
bélico o de aventuras.
Otra diferencia notable
entre tragedia y poesía épica es el tratamiento de sus personajes. En los
poemas homéricos los humanos son tratados con dignidad y distinción. En cambio,
en la tragedia se presentan situaciones salvajes y brutales en las que los
hombres son corregidos (para bien o para mal) por los dioses. Incluso se duda,
en algunas obras de Sófocles y Eurípides, de la bondad y la justicia con la que
operan los dioses, hecho impensable en los poemas épicos. En la tragedia, a
diferencia de en la épica, se incluye, además, un coro, que consiste en un
conjunto de personas que entonan cantos sobre la acción y expresan las ideas
del poeta o las opiniones del vulgo en una determinada situación. El coro es
una especie de personaje más que juzga todo lo que ve y, en ocasiones, tiene
incluso la última palabra.
Una diferencia obvia
entre tragedia y poesía épica es la necesidad de escenografía que requiere la
primera, puesto que la segunda estaba compuesta solo para ser recitada por
bardos. El público de la tragedia era el pueblo ateniense. Por esto, en algunas
obras de Eurípides (más que en las de Esquilo y Sófocles) se mencionan
problemas cotidianos de la gente corriente. En cambio, los poemas homéricos
estaban dirigidos a patronos que deseaban oír hablar del pasado glorioso sin
tener que escuchar los juicios del poeta. Por lo tanto, en la tragedia, los
autores podían plasmar sus propias opiniones sobre acontecimientos que
estuvieran sucediendo o hubiesen apenas sucedido en su tiempo, mientras que en
la épica los poetas no podían permitirse estas licencias.
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