Lluïsa
Cunillé ha obtenido el Premio Nacional de Literatura Dramática. Escribió esta
obra por encargo del Teatro Lliure, que le propuso una pieza teatral relativa
al informe de 2004 de la FAO acerca de los últimos índices de mortalidad
infantil en el planeta. Esta obra ganó el Premi Lletra d'Or en 2008 (primera
vez que este premio recaía en un texto teatral).
Après
moi, le déluge se estrenó en 2007 bajo la dirección de Carlota Subirós, quien
declaró que esta obra "indaga en muchos de los espacios de la mala
conciencia que tenemos como europeos". Para ella, la pieza es "un
viaje a las tinieblas del corazón de cada uno" y señala cómo trata un tema
por el que solemos pasar de puntillas haciendo que el espectador se plantee qué
tipo de compromiso tiene con la situación de pobreza y hambre que padecen los
países del tercer mundo. Es por esto por lo que el personaje escogido por
Cunillé como interlocutor del anciano congoleño se trata de un hombre de
negocios europeo que lleva muchos años en África trabajando para
multinacionales. Marcado profundamente por lo que ha visto y vivido en este
continente, se encuentra en un momento delicado de su vida debido a la
enfermedad que padece. Aunque el anciano congoleño también confiesa estar
enfermo, no es por su estado de salud por lo que acude al hombre de negocios,
sino que le visita a su hotel para rogarle que se haga cargo de su hijo. Tras
relatar cómo ha sido la vida de su hijo sin que el hombre acceda a llevarle
consigo, solo revela la verdad (que su hijo falleció) cuando el hombre comienza
a dar muestras de interés hacia el muchacho.
En la
obra, dos europeos se citan en Kinshasa (capital de la República Democrática
del Congo). Pero, aunque la obra se sitúa en África, la acción transcurre sin
salir del hotel, mostrando así la falta de implicación en la ayuda humanitaria.
El hecho de que toda la acción dramática transcurra en una habitación de hotel
da cuenta de nuestra falta de implicación ante tales problemas, es decir, que
los occidentales que viajan a los países africanos emprenden sus negocios sin
involucrarse directamente con la población, sin salir de sus lujosos hoteles,
los cuales contrastan con las condiciones de vida de los habitantes. Cuando el
anciano manifiesta su deseo de que su hijo se marche con el hombre de negocios,
este trata de evitar esta carga recomendándole otros hombres que él conoce o
declarando que no tiene tiempo para ocuparse del asunto.
Es
teatro puro en el sentido más primordial del término, pues todo el peso
dramático está en los actores. Se retrata físicamente el silencio, pues
destacan los personajes ausentes (el congoleño, su mujer y su hijo). Con esto
se denuncia también la situación de las mujeres en el país, con una gran tasa
de violaciones y mortandad femenina.
La obra
de Lluïsa Cunillé abarca una temática con la que los occidentales estamos poco
familiarizados por nuestra falta de empatía hacia el tercer mundo. La autora
nos sienta de frente a un problema que, por no ser el nuestro, ignoramos,
haciendo sentir una incomodidad necesaria en el espectador o lector.
Après moi, le déluge es, de por sí, un título
simbólico. Tanto para la mitología griega como para la cultura occidental
cristiana, el diluvio (le déluge) se establece como manera de acabar con la
civilización, por medio de una limpieza que mantenga con vida solo a unos pocos
elegidos (según la Biblia, Noé y su familia y una pareja de cada especie
animal; según la mitología, se salvaron Deucalión y su esposa Pirra). En ambos
mito, un dios castiga a los seres humanos por haberles desobedecido.
La
frase literal Après moi, le déluge se
atribuye a Luis XV quien, tras la desastrosa Batalla de Rossbach en 1757,
pronosticó que, tras su reinado, solo quedaría el caos. Curiosamente, la
Revolución Francesa tuvo lugar pocos años después de su muerte.
Esta
frase puede tener diversas interpretaciones. Por una parte, denota indiferencia
con respecto a las consecuencias derivadas de los actos individuales (en el
caso de Luis XV, de los efectos que su reinado tuviera en la posteridad).
Asimismo, demuestra una falta de responsabilidad y solidaridad hacia los demás,
demostrando una ausencia de compromiso hacia todo lo que suceda lejos de
nosotros, tanto en el espacio como, sobre todo, en el tiempo (qué más da lo que
ocurra en cincuenta años si ya estaremos muertos). Si el mundo se acaba tras
nuestra muerte, ¿qué más da?
Es una
historia de malestar ante realidades que hacen sentir vergüenza colectiva y se
reclama el respeto a los derechos humanos.
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