Se denomina lengua románica a toda
aquella que desciende del habla de la ciudad de Roma. La Romania es, por tanto,
el territorio en el que se habla o ha hablado una lengua románica. El
territorio en el que se ha mantenido ininterrumpidamente una lengua románica se
denomina Romania Antiqua o Continua (Portugal, España, Francia,
Italia, etc.). Los territorios que tuvieron lenguas románicas que acabaron por
desaparecer forman parte de la Romania
Submersa (islas Británicas, norte de África, etc.). También se da el caso
de territorios en los que actualmente se hablan lenguas románicas debido a que
fueron colonizados por España, Francia o Portugal. A esto se le denomina Romania Nova.
El origen
Las lenguas románicas descienden del
latín, que era el habla de una comarca conocida como LATIUM VETUS. El latín
forma parte de la familia Indoeuropea, concretamente de la rama Itálica. El Indoeuropeo
se divide en dos grupos: satem (lenguas
en las que /k/ se transformó en /s/) y
centum (lenguas en las que /kw/
se mantuvo como /k/). De este último es del que proviene el latín.
El latín, que comenzó siendo exclusivo
de Roma, se fue extendiendo a la vez que esta fue expandiendo su poder y
conquistando territorios. La romanización fue, en palabras de Iordan y Manoliu,
una “explotación” económica, política y cultural. No obstante, Roma nunca se
propuso imponer su lengua sino que el uso del latín suponía un honor por el
prestigio que este adquirió. El cristianismo, posteriormente, se erigiría como
un foco importante de difusión del latín.
En cada territorio el latín se veía
influenciado por las lenguas indígenas, denominadas de sustrato. Una de estas
lenguas fue el celtíbero, que forma parte del grupo celta-Q (en el que kw/
se mantuvo como /k/) y que se habló en territorios de la Península Ibérica. Al
sustrato celta se atribuyen algunos cambios fonéticos del francés, el italiano
y el rumano. En cuanto al español, el más notorio es el proceso de sonorización
de las oclusivas sordas intervocálicas (/p/ > /b/; /t/ > /d/; /k/ >
/g/). Este fenómeno determina la división de la Romania en dos zonas: una
occidental con sonorización y otra oriental con conservación de las sordas.
Otra lengua de sustrato fue el etrusco,
que fue el habla no indoeuropea de un pueblo que ocupó gran parte del territorio
italiano. Su influencia se manifestó en el sistema de nombres de persona
denominado la tria nomina y en el
nombre de la propia ciudad de Roma, que es de origen etrusco.
Otras lenguas de sustrato fueron el
ligur, el rético, el paleovéneto, el sustrato mediterráneo de las islas de
Sicilia, Córcega y Cerdeña, el ilírico o el daco-tracio.
Mención aparte merecen las denominadas
lenguas paleohispánicas. En la península Ibérica se localizan los pueblos
vascos, íberos, tartesios, fenicios, griegos y cartagineses.
Al sustrato vasco se atribuyen ciertos
cambios fonéticos experimentados por el español, como la pérdida de F- latina
> h- o la ausencia de /v/. En el
léxico es donde mejor se aprecia la influencia de las lenguas paleohispánicas,
sobre todo en la toponimia.
Comentarios
Publicar un comentario