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La fragmentación de la Romania y el despertar de los romances


La fragmentación de la Romania

A una lengua que se superpone a otra se le denomina lengua de superestrato. Los superestratos más importantes del latín fueron el germánico, el árabe y el eslavo.
El germánico se vio enormemente influenciado por el latín y no tanto al revés. Algunos de estos pueblos fueron los vándalos (a quienes se atribuye el origen del nombre Andalucía), los visigodos (quienes tuvieron poca importancia lingüística en el desarrollo de las lenguas romances pues ya estaban latinizados cuando llegaron a los territorios de las actuales Francia y España), los alamanes (a quienes se responsabiliza de haber separado el continuo dialectal que había entre galorromance y retorromance), los francos (tribu germánica que más influyó sobre el latín, hasta el punto que de su lengua deriva el nombre del país), los lombardos (cuya contribución se deja sentir en el léxico italiano) y los vikingos (que aportaron términos al campo semántico de los términos relacionados con el mar).
Los árabes, por su parte, ejercieron un fuerte influjo (sobre todo en lo que respecta al léxico) en el romance que se hablaba en la Península Ibérica. A su llegada fueron muy tolerantes con la población en lo que respecta tanto a su lengua como a su religión. Existió, por tanto, un bilingüismo fruto de la convivencia entre hispanogodos (cristianos también llamados mozárabes) y musulmanes. Pero tras sucesivas invasiones de almorávides y almohades, la tolerancia de los árabes desapareció y con ella el conjunto de dialectos románicos que hablaban los cristianos.
Al superestrato eslavo se atribuye la destrucción de la latinidad balcánica y la paulatina desaparición de la lengua dálmata. El rumano se apropió de numerosos rasgos de origen eslavo: préstamos, postposición del artículo, formación analítica de algunos numerales…
Un concepto que no podemos pasar por alto es el de adstrato, el cual se refiere al contacto entre lenguas en igualdad de condiciones. El griego es el adstrato más importante del latín debido a las relaciones que hubo entre Grecia y Roma. Es por esto por lo que encontramos términos de origen griego en el latín.

El despertar de los romances

Entre los siglos IV y VII el Imperio Romano fue debilitándose y con él su lengua. Esto provocó situaciones de diglosia consistentes en la coexistencia, en una misma comunidad, de dos variedades funcionalmente distintas: una alta, como lengua de cultura (latín o árabe) y otra baja, para comunicarse oralmente (romance). De este modo, el latín se fue olvidando y fue, por ello, necesaria la aparición de tratados que clarificaran su léxico y su estructura gramatical. Los trabajos más importantes fueron las Glosas de Reichenau y las Glosas de Kassel, estas últimas con expresiones más vulgares y cercanas al romance.
Es imposible establecer una fecha exacta para el nacimiento de las lenguas romances. J. Herman ha tratado de determinarla basándose en el terminus post quem (cuando los habitantes todavía entendían oralmente el latín, entre 620 y 630) y el terminus ante quem (cuando los habitantes dejaron de entender el latín, en 813). En las penínsulas Itálica e Ibérica estas fechas habría que retrasarlas unos ciento cincuenta años. Para probar que ya existían verdaderas variedades romances los historiadores se han servido de diversos documentos escritos. El primero de ellos, los Juramentos de Estrasburgo, data del año 842 y se localizó en Francia. De este testimonio lo más interesante son las palabras atribuidas a Luis el Germánico y sus tropas, fragmento que supone el primer texto romance. En Italia se localizaron el Indovinello veronese (sobre el que hay dudas) y los Placiti cassinesi (fechados en 960 y 963). La Nodicia de kesos está considerado como el texto románico más antiguo de la Península Ibérica (data de 980) aunque para Dámaso Alonso lo es la oración de las Glosas Emilianenses.
La lengua romance cuyo testimonio escrito fue más tardío es el rumano: su primer texto data de 1521.

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