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La interpretación musical

Para valorar desde un punto de vista objetivo el papel del intérprete en música, debemos plantearnos primeramente qué es la música.
Desde hace miles de años existe la disputa entre científicos y artistas en cuanto a este asunto. Leibnitz la definía como una “matemática inconsciente del alma”; Helmholtz y Stumpf intervinieron con sus estudios sobre el fenómeno sonoro en base a principios científicos; Riemann sostenía que el acontecer musical no puede ser objeto de una base científica; según Kurt, la música no se oye fisiológicamente sino por voluntad interpretativa.
El problema de la interpretación no está en sí misma, sino en qué entendamos por música: si la tomamos desde un punto de vista científico, está claro que debemos perseguir la perfecta intención de la partitura y mostrarla tal y cómo su creador lo hizo. En este caso, la música electrónica es la única capaz de esto. Permite una gran posibilidad de recursos antes desconocidos, pero artísticamente su avance es lento y no nos ha dejado todavía ninguna obra maestra.
Si desechamos la idea científica asociada a la música, adquiere importancia el papel del intérprete. Toda la música (excepto la electrónica) ha sido compuesta para ser interpretada y, evidentemente, la interpretación depende de muchos factores y nunca será la misma. Pero el compositor ya contaba con eso. El intérprete siempre debe aportar algo, siempre respetando las directrices de la época en que se concibió la obra. No obstante, existen versiones que nada tienen que ver con la partitura pero pueden resultar igual de interesantes que otras más correctas. Muchas veces, la personalidad del intérprete arrasa con la del compositor, dando lugar a una nueva obra.
La música es un arte que evoluciona constantemente. ¿Qué sentido tiene interpretar una obra siempre de la misma manera? De hecho, la imperfección del ser humano imposibilita esto, ya que nadie es capaz de tocar algo exactamente igual dos veces. Por ello, los compositores más fisicistas han recurrido en la actualidad a las máquinas. Pero al ver que su obra no evoluciona, sino que se queda estancada en su primera y única interpretación, volverán a incluir la figura del imperfecto pero extraordinario intérprete.

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