El cine
es hijo de la era industrial. La idea de capturar el movimiento por medios
mecánicos era muy antigua. Edison patentó el kinetoscopio, que inspiró a los
hermanos Lumière para crear el cinematógrafo. Las primeras sesiones
cinematográficas se presentaron en París en 1895 y consistían en unas imágenes
documentales en las que coincidía tiempo real y tiempo cinematográfico, por lo
que no podía hablarse de lenguaje fílmico.
Fue
Méliès quien revolucionó este arte con efectos especiales, como se aprecia en
su Viaje a la Luna, de 1902, que,
basada en las novelas de Verne y Wells, fue el primer filme de ciencia ficción
de la historia. El music-hall (un
género escénico), el teatro y la ficción literaria fueron los grandes
referentes de Méliès y de los primeros cineastas. Muchos de ellos consideraban
el cine como teatro filmado. Así, para las primeras películas se tomó la
decoración del teatro (telones pintados), así como se compartían oficios entre
ambas disciplinas, como los creadores de textos, los directores y los actores
(Brecht, Stanislavski, hermanos Marx...).
El cine
mudo tuvo un gran éxito en Estados Unidos debido a que la población no
anglófona del país podía consumir estas manifestaciones sin barreras
idiomáticas. Los productores decidían por encima de los criterios artísticos, aunque figuras tan potentes como Chaplin o Fairbanks se rebelaron.
El cine
buscaba una identidad que no fuera medida con el prestigio que ya tenía el
teatro, de ahí que fuera rompiendo con la estética teatral. Wark Griffith fue
el precursor de esta renovación alejada de referentes teatrales a través del
uso del primer plano y del tiempo narrativo. No obstante, con el cine sonoro se
produjo un nuevo acercamiento al teatro, sobre todo por la aparición de la
comedia musical y películas como Cantando
bajo la lluvia. Pero poco a poco el cine fue asentando su popularidad en
detrimento del teatro a través de estrategias comerciales y publicitarias
(creando días del espectador, distintas sesiones al día, precios razonables...)
En
España, muchos pensadores de principios de siglo pasaron de un rechazo purista
del cine a una posterior defensa. Un ejemplo de ellos son los hermanos Álvarez
Quintero. Algunos intelectuales estuvieron a favor del cine desde el principio,
como Valle-Inclán o Azorín. Autores teatrales fueron llamados por las productoras
cinematográficas para adaptar sus obras. Algunos llegaron incluso a Hollywood,
como es el caso de Neville, Jardiel Poncela o Martínez Sierra. Este último fue
llamado tras el fracaso de las llamadas "versiones", películas de
éxito en EEUU rodadas de nuevo en español.
En los
años 40-50, se adaptaron numerosas obras de teatro al cine, pero el resultado
no fue de calidad debido a que el franquismo imponía aspectos como el género
folclórico, el orgullo de raza, la superficialidad, una visión escapista de la
realidad... Hubo que esperar hasta los años 60 para que Bardem y García
Berlanga iniciaran una línea comprometida que, sin embargo, no se vio
reconocida en taquilla al nivel de la comedia popular, que triunfaba entonces,
siendo La ciudad no es para mí la
película más taquillera de aquella época.
En los
años 70 se desarrolló el cine del "destape". A partir de la década de
los 80 comenzó a cultivarse un cine de mayor calidad, gracias a la desaparición
de la censura y la "Ley
Miró"*. Se llevaron al cine obras canónicas del s. XX así como obras
clásicas (Luces de bohemia, Bodas de
sangre, El perro del hortelano, La Celestina...)
*Por la
realizadora Pilar Miró, quien promulga una nueva Ley de Protección del Cine
español. La Ley Miró, del 28 de diciembre de 1983 (BOE del 12 de enero de
1984), intentó impulsar la cinematografía española. Las ayudas previas al
rodaje para películas españolas podían llegar a cubrir el 50% del coste.
Por otra parte, se estableció una cuota de pantalla del 3 por 1 (es decir, un
día de película española por cada tres de película extranjera). Pero hubo voces
contrarias a la Ley Miró, ya que estas medidas beneficiaban a los productores
en detrimento de distribuidores y exhibidores. La ley ocasionó un descenso en
la producción, pero también una mayor rentabilidad de las películas españolas.
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